FUNCIONES


"Los peirones son vigías / que otean las lejanías / al comenzar los caminos."  (Benedicto Lorenzo)

Los peirones podían tener una doble función: orientación, como referente para jerarquizar y ordenar el paisaje, identificar lugares o cruces, y devocional o votivo, como protector del caminante o de los habitantes del pueblo donde se encuentran. Por tradición cristiana todos los peirones están dedicados a un santo o una virgen, a los que se les invoca protección relacionada con la salud, la prosperidad, la vida eterna, etc. Ambas funciones son inseparables y están muy relacionadas entre si.

Se sitúan a la entrada o salidas de las poblaciones, indicando el límite entre el pueblo y el municipio, junto a caminos, en cruces y bifurcaciones donde uno podía perderse. Otros por su estratégica situación, se encuentran en cerros, visibles desde puntos alejados, servían de referencia incluso cuando las fuertes nevadas hubieran borrado todos los caminos o las mieses impedían encontrarlos con facilidad. Algunos, como el de San Antonio Abad de Torres, tenían velas o candelas encendidas para orientar al caminante durante la noche.

La orientación de las capillas de los peirones también responde a unos patrones. Los que están marcando las entradas y salidas de las poblaciones tienen sus hornacinas orientadas hacia el pueblo o las iglesias. Esto parece indicar que su función era más la de bendecir al caminante que emprendía viaje o se alejaba de la población que de dar la bienvenida al nuevo visitante. Sin embargo, los que están dentro de los cascos urbanos o en los caminos suelen orientar sus capillas al propio camino.

Hasta hace poco tiempo, en fechas señaladas, los devotos serranos iban en procesiones o romerías hasta un peirón para celebrar ritos o conmemoraciones. Así por ejemplo, en tiempos de sequía se acudía a San Abdón y San Senen en Calomarde —Los Santos de la Piedra- o San Isidro en Pozondón para implorar por buenas lluvias para los campos y alejar malas tormentas que estropean las cosechas. Siendo la Sierra de Albarracín fundamentalmente ganadera, es natural que la advocación que más se repite –nueve veces- es San Antonio Abad y en su onomástica, el 17 de Enero, los vecinos llevaban sus animales de labor (caballerías fundamentalmente) para que fuesen bendecidos y protegidos de la enfermedad por el santo, para lo cual hacían un ritual de dar varias vueltas al peirón.

En algunos pueblos, se ha conservado la costumbre del paseo diario hasta algún peirón para luego sentarse en sus gradas escalonadas y descansar, rezar, conversar o simplemente reflexionar en soledad. Tal es el caso del peirón de la virgen del Carmen de Calomarde que facilita esta función con una marquesina de ladrillo que alberga la hornacina y un banco.

Estos versos de Benedicto Lorenzo (Blancas, Teruel 1920 — Zaragoza 2010), explican certeramente las funciones de los peirones.

Los peirones son vigías
que otean las lejanías
al comenzar los caminos.

Los peirones son señales
que pregonan, como anales,
de los pueblos las historias.

Los peirones son airones
que llevan las bendiciones
de los santos que los moran.

Un peirón en cada punto
vigila los cuatro asuntos
de las afueras del pueblo.

Como afilada tijera,
corta senda y carretera,
desde su peirón San Roque.

Sobre su humilde rincón
hace guardia San Antón
al camino de la Virgen.

En los Dolores se empina
San Isidro y encamina
la dirección de Pozuel.

Las Almas, en Carravilla,
a las eras de la trilla
por el carasol dirigen.

Los peirones son presencia,
los peirones son mensaje,
forman parte del paisaje,
son algo de su conciencia:

Al mediodía profano,
en el ardor del verano,
una leve sombra en pie.

En la tarde recatada,
son acogedora grada
de cansados paseantes.

En las noches sin candiles
parecen guardiciviles
que desbaratan las sombras.

En las madrugadas frías
vibran como avemarías
por los hombres en los campos.



*Benedicto Lorenzo (Blancas, Teruel 1920 - Zaragoza 2010), "Breve poemario de la tierra",
Serie de Literatura Miguel Artiga, letra b, 2002, pág. 26-27.


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